Mi esposo y yo salimos con mi cuñada a celebrar un logro importante en su vida. Decidimos ir juntos a un nuevo restaurante que ha tenido muy buenas críticas. Nosotros ya conocíamos el lugar, habíamos ido con anterioridad y en el menú hay dos platillos catalogados como libres de gluten. En esa ocasión, como era la primera vez que íbamos, le hice tantas preguntas al pobre salonero (por la preparación de la carne, por las salsas, por los instrumentos de cocina…) que optó por llamar a la propietaria del restaurante para que me ayudara con mi orden.
Una mujer muy agradable y simpática, asiática como el restaurante y que aparte de ser propietaria, está casada con el chef principal. Así que, conocía sobre la cocina y para mi sorpresa, también sobre el gluten. Manejaba los temas de la contaminación cruzada, el gluten escondido y la manipulación de alimentos. Me dio tranquilidad. De hecho, en ese primer acercamiento al restaurante me prepararon un platillo libre de gluten y eliminaron de la receta una salsa que normalmente usan para mayor seguridad, ya que mi reacción al gluten es bastante fuerte y yo siempre me encargo de decirlo, he notado que de esa manera las personas son más cuidadosas.
La cena fue un éxito, todo salió bien, yo estaba contenta y agradecida con la propietaria y el chef.
Así que cuando decidimos celebrar con mi cuñada sus buenas nuevas, decidimos ir al mismo restaurante.
Resulta que ¡no fuimos los únicos! El lugar está de moda (y con mucha razón, ya que es bueno) y prácticamente no había mesas disponibles. Parecía un costurero lleno de alfileres. Conseguimos sentarnos en una de las últimas mesas, mesa para tres.
Una vez en nuestros lugares, tuve tiempo para observar y me empecé a sentir abrumada por la cantidad de personas que había allí, generalmente no es buena señal para un celiaco un restaurante así de lleno, son mayores las posibilidades de que algo salga mal en la cocina. Respiré profundo y seguí como si nada. Llegó el salonero, tomó nuestra orden, bueno, la de mi esposo y su hermana porque la mía, como siempre, va por aparte y con una larga explicación. Pedí el mismo platillo de la vez pasada, no era momento para improvisar y jugar de valiente. Mi esposo y mi cuñada ordenaron una entrada y platillos principales. Mi orden todavía no estaba lista, ya que me encontraba a la espera del visto bueno en la cocina. Fueron unos quince minutos largos, muy largos. Tal vez fue menos, pero yo sentía que el tiempo se prolongaba y pensé que nunca iban a regresar de la cocina. Si que regresaron, y con noticias interesantes…
El salonero se acercó a la mesa y me dijo: “Le tengo una buena y una mala noticia”. Justo lo que uno quiere escuchar siendo el único celiaco en la mesa, con todos los acompañantes sentados escuchando atentamente y con sus platillos en camino.
Pido escuchar la mala noticia primero. La mala siempre va primero, así después con la buena me contento. Resulta que hubo un problema en la cocina y el platillo que era libre de gluten ya no lo era….
¡Alarma! ¡Estrés! ¡Cortisona corriendo por mi torrente sanguíneo!
La buena: le podemos preparar un extraño platillo del que usted nunca ha escuchado hablar y el cual ni siquiera está en el menú y es totalmente libre de gluten.
¿Con el restaurante lleno? ¿Con un montón de ordenes haciendo fila? ¿Con la cocina a toda máquina? ¿Un platillo que no está en el menú y que nunca he probado? Pues sí, es correcto.
Situaciones incómodas nos toca pasar a los celiacos, como digo siempre: a veces los planes no funcionan, nunca se puede estar cien por ciento preparado y menos cuando dependemos de la “dependedura”. La vida pasa, las cosas pasan.
¿Sería muy tarde para cancelar las órdenes e irnos a otro restaurante adonde tienen un menú libre de gluten amplio y con basta experiencia? ¿Sería muy feo terminar las bebidas, levantarnos e irnos?
Mi primer instinto fue rechazar el platillo y decirle a mi familia que comieran ellos tranquilos y que yo solo iba a tomar un refresco. Que no se preocuparan.
Claro, porque eso no es para nada incómodo o extraño para mí y para ellos. Esto lo digo con sarcasmo y lo aclaro, por si acaso no se nota el tono en mis palabras.
Decidimos cancelar los platos de ellos e irnos a otro restaurante, sí claro, esto tampoco es incómodo y embarazoso, pero en el momento parecía ser la mejor opción. Hicimos la consulta y los platillos pudieron cancelarse, no los habían empezado a hacer.
Vaya celebración, yo quería que mi cuñada la pasara bien y rápidamente la situación se estaba tornando complicada.
Estábamos en eso cuando la propietaria salió. ¿Se acuerdan? La esposa del chef. Hablamos y me explicó en detalle lo que me podían preparar libre de gluten y como lo iban a hacer. Y no, no se preocupen, no era un plato de pura lechuga. Esto me ha pasado, pero lo dejo para otra ocasión. A fin de cuentas parecía una buena opción. Algo que no estaba en el menú pero que fácilmente podían hacerse libre de gluten y no tenía mayor riesgo de contaminación cruzada. Ella es una persona muy consciente del tema de la celiaquía y las alergias alimentarias, además superó mis pruebas secretas para determinar si sabe o no de lo que está hablando en cuanto a gluten respecta. Sí, tengo un protocolo secreto y lo empleo a menudo y con discreción.
Acepté el platillo y todo en la mesa volvió a la normalidad. Me parece que mi cuñada estaba un poco impresionada, sabe que soy celiaca y tenemos más de diez años de conocernos, pero creo que nunca habíamos pasado por una situación de este tipo. De cancelar los platillos ya ordenados y levantarnos de la mesa, después de haber seleccionado con detenimiento y antojo las delicias asiáticas que ofrecía el menú. Es difícil dimensionar la seriedad de la celiaquía y cómo nos afecta en la vida diaria.
Al final todo salió bien, disfrutamos la cena, compartimos, celebramos, la comida estuvo rica y libre de gluten.
De lo que no me salvé fue de pasar vergüenza y por supuesto: de ser el centro de atención, aunque fuera solo por un momento (que yo por supuesto sentí eterno). Como la comida asiática mi final fue agridulce. Imposible en la mayoría de los casos pasar desapercibida, aunque muchas veces es: lo que más deseo.
Con cariño,