Ayer por la noche salimos con unos amigos, gente linda que queremos mucho. Con los que hemos ido a probar bastantes restaurantes con menú libre de gluten y con los cuales compartimos múltiples historias. Verán, es como una cita doble: yo soy celiaca, mi esposo no, mi amiga es celiaca y su esposo no. Por esta razón es que pasamos todo el tiempo buscando restaurantes, lugares y cosas que podemos disfrutar todos si gran complicación. Como ir al cine con una cartera enorme para hacer trasiego de golosinas cuando apagan las luces, yo le paso a mi amiga palomitas libres de gluten en una bolsita y ella me manda en cadena humana (de mano en mano) gomitas de frutas.
El caso es que ellos encontraron un nuevo restaurante, todos los platillos son a base de plátano: plátanos verdes, plátanos maduros y plátanos termino medio. Un buen concepto y fácilmente libre de gluten. El restaurante en sí no es exclusivamente libre de gluten, pero la realidad es que en la cocina no entran alimentos que puedan contaminar los platillos. Excepto por un par de detalles menores, el restaurante es básicamente libre de gluten.
Así que, fuimos a cenar y a tomarnos unas copas y como dijo nuestro amigo: ellos se tomaron las copas y a nosotras nos dio la risa. No sé si fueron las copas (que no creo porque tomé agua), el plátano o el pequeñísimo detalle de que todo es frito, frito, frito. Frito de fritanga, frito de delicia. ¡Frito me quedó el estómago! de la acidez y reflujo gástrico que me dio cuando llegamos a la casa y me preparaba para dormir. Y de la hinchazón abdominal con la que amanecí al día siguiente.
La pasamos muy bien, como siempre, y el menú en definitiva era libre de gluten, eso siempre es una ventaja, pero para la próxima trataré de evitar el aceite y la fritanga, aunque sea cien por ciento libre de gluten.
Con cariño,